En ésta parte vamos a
estudiar el “disfraz de la voluntad y como desenmascararlo.
Vimos cómo el yo carnal
existe para defender la integridad de lo que él cree que es. Vive para defender
la comodidad en que se encuentra. Como cree que controla, cualquier cosa que
atente contra ése dominio que cree tener va a ser rechazada. Como su
preocupación es estar a cargo es por eso que Dios viene de frente a destronarlo
ya que el lugar que quiere retener le pertenece a Cristo y al hombre interior
que está hecho a la imagen del que lo creó. Col. 3:10.
De ahí que las
herramientas para desactivarlo son la obediencia y la humillación. Los pasajes
que utilizamos muestran que Dios “no come cuentos” a la hora de enfrentar el yo
del hombre. La reacción carnal del yo
contra éstas dos formas de quebrantamiento son la rebeldía y el orgullo. Pero
rebelarse abiertamente o enaltecerse delante de Dios “el Cirujano General”
advierte que trae serios problemas de salud y otros efectos secundarios. Como
quiera vemos al yo desviando su rebeldía y espiritualizando su orgullo. Veamos
un ejemplo. En 1 Samuel 15, vemos a Saúl creyéndose capaz de interpretar la
voluntad de Dios. Cuando fue confrontado por Samuel, espiritualizó las
intenciones y le echó la culpa al pueblo (v.15). Así desvió su rebeldía. En el
24 acepta un poquito la culpa, pero le sigue echando la culpa al pueblo y sigue
espiritualizando su actitud (25). A eso le podemos llamar el espíritu religioso.
En el 30 sigue aceptando un poquito y como no le funcionó culpar al pueblo,
trata de salvar su orgullo.
Otro ejemplo lo tenemos
en Ex. 32:1-5, 21-24. Ahí vemos que Aarón hizo el becerro y cuando es
confrontado por Moisés, desvió su rebeldía echándole la culpa al pueblo. En
Gen. 3:12 Vemos a Adán desviando su responsabilidad hacia Eva y hacia Dios. En
el 4:9 vemos a Caín “haciéndose el loco”.
Otro ejemplo de orgullo
espiritualizado mezclado con rebeldía lo tenemos en Num. 16:1-11. Estos
príncipes no se conformaron con lo que eran, querían más. El orgullo consiste
no solo en creernos lo que no somos, sino que menospreciamos lo que ya somos en
Dios. Coré ya era príncipe de la congregación y no le bastó. Adán ya era lo
único que se parecía a Dios en la creación y no le bastó. Satanás era el sello
de la perfección y no le bastó. El primer pecado del Universo fue el orgullo.
Por eso dios lo abomina. Dios abomina que no aprecies todo lo que eres en El y
que te pongas metas más espirituales para justificar que tu yo quiera más
importancia, más preeminencia y más reconocimiento. Un yo no humilde, no
quebrantado, no vive tranquilo con lo que Dios le ha dado, siempre le deja
saber a los demás todo lo que ha hecho para Dios y todo lo que Dios va a hacer
con él.
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