En la sección anterior
solo cubrí la definición básica que hace Berkhof del decreto y cuestioné las
conclusiones que se desprenden de la misma. Luego presenté por qué las
cuestiono. En esta sección vamos a ver como Berkhof desarrolla su concepto
presentando las características del decreto.
EL DECRETO DIVINO ES UNO
Aunque con
frecuencia usamos el plural para hablar de los decretos de Dios, sin embargo, en
su propia naturaleza, el decreto divino es un acto singular de Dios. Esto ya
está sugerido por el hecho de que la Biblia habla de él como de una prothesis,
un propósito o consejo. Lo mismo se deduce también de la mera naturaleza de
Dios. Su conocimiento es todo inmediato y simultáneo, más bien que sucesivo
como el nuestro, y su comprensión de ese conocimiento siempre está completo. El
decreto fundado sobre ese conocimiento es un acto también singular, todo
comprensivo y simultáneo. Como un decreto eterno e inmutable, no podría ser de
otro modo. No hay, pues, series de decretos en Dios, sino simplemente un plan
que abarca todo lo que sucede. Nuestra compresión finita, sin embargo, nos
constriñe a hacer
distinciones, y esto es lo que explica el hecho de que con frecuencia hablemos
en plural de los decretos de Dios. Esta manera de hablar es perfectamente
legítima, siempre que no perdamos de vista la unidad del decreto divino y la
inseparable conexión de los varios decretos tales como los concebimos.
Aquí vemos que Berkhof
sigue una lógica correcta al aceptar que si Dios decreta algo debe ser un solo
decreto pues Dios es eterno y acepta que el conocimiento debe ser total y
simultáneo desde la eternidad pues Dios sabe y ve todo a la vez desde la
eternidad. Todo porque Dios está fuera del tiempo. Dios ve y sabe todo el
devenir de su creación pues es omnisciente. Admite que para propósitos de
estudio y por causa de nuestra mente finita y condicionada a funcionar y
concebir en el tiempo, nos obliga a hacer distinciones y por lo tanto
relaciones de causa y efecto en el tiempo. Pero Dios no tiene necesidad de eso
pues él ve y sabe todo a la vez en la eternidad. Todo el que necesita la
predestinación está de acuerdo con esto. Todos los que no necesitamos la
predestinación estamos de acuerdo con esto.
Lo que no se les ocurre
concebir a los teólogos de la predestinación es que por ese mismo razonamiento,
el que yo les expuse en la Parte 1, por qué el futuro y por lo tanto el destino
no existen. Les expliqué que lo que siempre ha existido en la mente de Dios es
la información, no solo de la creación y como iba a funcionar, sino también la
información de todas las acciones posibles de todos los seres posibles cuando
Dios permitiera que aparecieren y existieran en el tiempo. Les he venido
repitiendo a lo largo de la serie que Dios no es capaz de conocer una única
acción predestinada para que ocurriera, sino que Dios es capaz de conocer a la
vez y desde la eternidad todas las posibles acciones que todos los posibles
seres pudieran cometer sin necesidad de crearlas o predestinarlas para poder
conocerlas. El hecho de que de todas esas posibles acciones una sola puede
ocurrir en el tiempo y una sola queda como parte de la información de lo que se
llama pasado, para nada obliga a concebir que todos los hechos acontecidos
ocurrieron porque ya existía en “el futuro” un solo hecho como causa para el
hecho ocurrido. O sea, suena muy lógico que, si el presente es singular y el
pasado es singular, es porque “el futuro” es singular. Y eso es lógico y
racional solo si existe ya creado, o predestinado o decretado un único hecho
para cada único evento presente que se convertirá en una única información del
pasado.
En otras palabras, si
el futuro existe y por lo tanto el destino, ya sea que está en el tiempo o solo
es información en la mente de Dios, es perfectamente racional creer que si Dios
creó todo, Dios predestinó todo y nada ocurre fuera de ese destino, ya sea que
Dios haga que ocurra o permita que ocurra. Eso lo vimos en Calvino y ahora en
Berkhof y en representación de la teología reformada. El problema como hemos
venido viendo es que la Escritura no revela a Dios actuando como destino o
describiendo como que todo lo que ocurre es porque fue destinado por Dios para
que ocurriera como ocurre. En los teólogos desde Agustín vimos que parten de
unos hechos, pero las premisas de las que parten para explicar esos hechos son
incorrectas. El concepto del destino no es un hecho como el futuro no es un
hecho. Son conceptos. Y son conceptos ajenos a la Biblia. El que en la Biblia
veamos a Dios predestinando unas cosas no significa que Dios predestinó todo.
El que Dios eligió a algo o a alguien no significa que todo ha sido elegido. El
que Dios diga que algo va a pasar y El hace que ocurra no significa que todo lo
que ocurre es porque Dios hace que ocurra. Vimos en la sección pasada como el
que Dios dice que algo va a ocurrir no necesariamente va a ocurrir. Vemos a
Dios diciendo que va a hacer algo y por la intervención o intercesión de
alguien Dios no lo hace. El que la gracia de Dios no alcance a todos no
significa que Dios tiene que imponerla en aquellos que se benefician de ella
pues la gracia no depende de su resultado: depende de su origen para ser
gracia.
Las teologías de la predestinación,
para explicar por qué unos se salvan y otros no y para explicar como Dios “sabe
lo que va a ocurrir” parten de la premisa incorrecta del futuro y del destino y
definen a Dios y sus atributos y reinterpretan toda la Biblia de tal manera que
no contradiga ni cuestione esos dos conceptos. Y no les importa que los
escritores no utilizaran sus recursos lingüísticos para describir los acontecimientos
de la Biblia en acorde con su teología, sino que tampoco les importa todas las
preguntas y contradicciones que generan sus propuestas, ni tampoco les importa
que su teología por un lado se parezca al deísmo y por otro al panteísmo.
Volviendo al párrafo
que cito de Berkhof, si Dios decretó todo el acontecer de su creación,
obviamente no hizo los decretos uno detrás de otro en el tiempo. Todo estuvo en
su mente desde la eternidad. Eso no significa que es así pues vimos en la
sección anterior que la Biblia no nos muestra a Dios decretando o administrando
el universo con un decreto. Veamos el siguiente párrafo.
LA RELACIÓN DEL DECRETO CON EL CONOCIMIENTO
DE DIOS
El decreto de
Dios guarda la más estrecha relación con el conocimiento divino. Hay en Dios,
como hemos visto, un conocimiento necesario que concluye todas las causas
posibles y sus resultados. Este conocimiento proporciona el material para el
decreto, y es la fuente de donde Dios extrajo los pensamientos que deseaba
objetivar. De entre este conocimiento de todas las cosas posibles y mediante un
acto de su perfecta voluntad dirigida por sabias consideraciones seleccionó lo
que quería ejecutar, y de este modo formó su propósito eterno. El decreto de
Dios es consecutivamente el fundamento de su libre conocimiento o Scientia
libera. Es el conocimiento de las cosas tal como se realizan en el curso de la historia.
Mientras que el conocimiento necesario de Dios lógicamente precede al decreto,
a este lo sigue el conocimiento libre. Esto tiene que sostenerse en contra de
todos aquellos que creen en una predestinación condicional (como los
semipelagianos y arminianos) puesto que hacen depender las predestinaciones de
Dios de su presciencia. Algunas de las palabras que se usan para denotar el decreto
divino apuntan a un elemento de deliberación en el propósito de Dios. Sería un
error, sin embargo, inferir de esto que el plan de Dios es el resultado de
alguna deliberación que implique escaso conocimiento o duda, porque simplemente
indica lo contrario, es a saber, que en Dios no hay ningún decreto ciego, antes
únicamente un propósito inteligente y deliberado.
Aquí vemos que una vez
aceptado que todo fue decretado y por lo tanto existe o damos por sentado el
futuro y el destino, es inevitable que aceptes los que se te va a decir del
conocimiento y su relación con el decreto. De las primeras tres oraciones vemos que Dios decreta porque conoce.
Aunque conoce todo, obviamente no todo lo que percibimos en la creación o nos
ha sido revelado en su Palabra es todo lo que existe. La Creación y el tiempo
son finitos y Dios no. Pero, aunque la Biblia no nos dice qué criterio usó Dios
para escoger que incluiría de El en esa creación, Berkhof (y todos los
teólogos), nos hacen el favor de revelárnoslo. “seleccionó lo que quería ejecutar,” Daah.
Pero de eso debes concluir que “El decreto de
Dios es consecutivamente el fundamento de su libre conocimiento o Scientia
libera.”. Este es uno de los problemas que yo señalo desde el principio:
Dios conoce porque decreta o predestina o fijó cada acontecimiento en el tiempo
para que ocurriera y por eso los
conoce. “Es el conocimiento de las cosas tal como se
realizan en el curso de la historia.” Y se realizan porque se
decretaron. Tan es así que señala la deficiencia de los otros que hablan de
predestinación condicional “puesto que hacen depender
las predestinaciones de Dios de su presciencia.” No lo digo yo. Lo dice
Berkhof; la presciencia debe depender de la predestinación. Berkhof cree que el
que Dios conoce porque predestinó o en este caso decretó, es más correcto que
creer que predestinó porque conoce. En otras palabras, porque los
semipelagianos y los arminianos, creen que Dios predestinó a los que sabía que
se iban a salvar, y por eso los predestinó y como eso es incorrecto, el que
Dios conoce porque decretó es más lógico y más correcto. Mientras que el conocimiento necesario de Dios lógicamente precede al
decreto, a este lo sigue el conocimiento libre. Berkhof que ya había
definido el conocimiento de todo que Dios tiene, escogió lo que iba a incluir de
ese conocimiento en la creación, lo decretó y por eso lo conoce y eso es más
correcto que la secuencia que presentan los semipelagianos y arminianos de que
Dios supo y luego predestinó. ¿De dónde se sacó Berkhof la diferencia entre
conocimiento “necesario” y el conocimiento “libre” para ubicar uno antes del
decreto y otro después y darnos un entendimiento más perfecto de por qué la
necesidad del decreto? De la Biblia no fue. Lo saca de la consecuencia
inevitable de que hay un futuro y un destino como condición inherente en la
cual Dios decretó que los acontecimientos ocurrieran en el tiempo.
Otra expresión de
mencionar del párrafo es cuando dice “algunas de las palabras que se usan para denotar el decreto”.
Cuando dice esto da por sentado que esas palabras se refieren al decreto
y no aclara que son los calvinistas los que dicen que esas palabras son
ejemplos de decreto. Vimos en la sección 19 que las palabras a las que se
refiere son consejo, pensar, secreto, voluntad y agradar en el VT y consejo,
voluntad y agradar en el NT. De los ejemplos que Berkhof usa, ninguno sugiere
el decreto absoluto o parcial de Dios. Pero así es la hermenéutica de los
calvinistas. Se acepta un concepto y luego vamos a los textos y los
interpretamos de tal manera que confirmen o prueben el concepto. Pero cuando
vamos al contexto, vemos que los textos no se refieren a lo que los que
necesitan la predestinación quieren que se refieran.
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