martes, 24 de marzo de 2020

Predestinado para Cuestionarme la Predestinación - Definiciones Parte 20: ¿Cómo Berkhof construyó sus definiciones? Parte 5

En la sección anterior solo cubrí la definición básica que hace Berkhof del decreto y cuestioné las conclusiones que se desprenden de la misma. Luego presenté por qué las cuestiono. En esta sección vamos a ver como Berkhof desarrolla su concepto presentando las características del decreto.

EL DECRETO DIVINO ES UNO

Aunque con frecuencia usamos el plural para hablar de los decretos de Dios, sin embargo, en su propia naturaleza, el decreto divino es un acto singular de Dios. Esto ya está sugerido por el hecho de que la Biblia habla de él como de una prothesis, un propósito o consejo. Lo mismo se deduce también de la mera naturaleza de Dios. Su conocimiento es todo inmediato y simultáneo, más bien que sucesivo como el nuestro, y su comprensión de ese conocimiento siempre está completo. El decreto fundado sobre ese conocimiento es un acto también singular, todo comprensivo y simultáneo. Como un decreto eterno e inmutable, no podría ser de otro modo. No hay, pues, series de decretos en Dios, sino simplemente un plan que abarca todo lo que sucede. Nuestra compresión finita, sin embargo, nos constriñe a hacer distinciones, y esto es lo que explica el hecho de que con frecuencia hablemos en plural de los decretos de Dios. Esta manera de hablar es perfectamente legítima, siempre que no perdamos de vista la unidad del decreto divino y la inseparable conexión de los varios decretos tales como los concebimos.        

Aquí vemos que Berkhof sigue una lógica correcta al aceptar que si Dios decreta algo debe ser un solo decreto pues Dios es eterno y acepta que el conocimiento debe ser total y simultáneo desde la eternidad pues Dios sabe y ve todo a la vez desde la eternidad. Todo porque Dios está fuera del tiempo. Dios ve y sabe todo el devenir de su creación pues es omnisciente. Admite que para propósitos de estudio y por causa de nuestra mente finita y condicionada a funcionar y concebir en el tiempo, nos obliga a hacer distinciones y por lo tanto relaciones de causa y efecto en el tiempo. Pero Dios no tiene necesidad de eso pues él ve y sabe todo a la vez en la eternidad. Todo el que necesita la predestinación está de acuerdo con esto. Todos los que no necesitamos la predestinación estamos de acuerdo con esto.

Lo que no se les ocurre concebir a los teólogos de la predestinación es que por ese mismo razonamiento, el que yo les expuse en la Parte 1, por qué el futuro y por lo tanto el destino no existen. Les expliqué que lo que siempre ha existido en la mente de Dios es la información, no solo de la creación y como iba a funcionar, sino también la información de todas las acciones posibles de todos los seres posibles cuando Dios permitiera que aparecieren y existieran en el tiempo. Les he venido repitiendo a lo largo de la serie que Dios no es capaz de conocer una única acción predestinada para que ocurriera, sino que Dios es capaz de conocer a la vez y desde la eternidad todas las posibles acciones que todos los posibles seres pudieran cometer sin necesidad de crearlas o predestinarlas para poder conocerlas. El hecho de que de todas esas posibles acciones una sola puede ocurrir en el tiempo y una sola queda como parte de la información de lo que se llama pasado, para nada obliga a concebir que todos los hechos acontecidos ocurrieron porque ya existía en “el futuro” un solo hecho como causa para el hecho ocurrido. O sea, suena muy lógico que, si el presente es singular y el pasado es singular, es porque “el futuro” es singular. Y eso es lógico y racional solo si existe ya creado, o predestinado o decretado un único hecho para cada único evento presente que se convertirá en una única información del pasado.

En otras palabras, si el futuro existe y por lo tanto el destino, ya sea que está en el tiempo o solo es información en la mente de Dios, es perfectamente racional creer que si Dios creó todo, Dios predestinó todo y nada ocurre fuera de ese destino, ya sea que Dios haga que ocurra o permita que ocurra. Eso lo vimos en Calvino y ahora en Berkhof y en representación de la teología reformada. El problema como hemos venido viendo es que la Escritura no revela a Dios actuando como destino o describiendo como que todo lo que ocurre es porque fue destinado por Dios para que ocurriera como ocurre. En los teólogos desde Agustín vimos que parten de unos hechos, pero las premisas de las que parten para explicar esos hechos son incorrectas. El concepto del destino no es un hecho como el futuro no es un hecho. Son conceptos. Y son conceptos ajenos a la Biblia. El que en la Biblia veamos a Dios predestinando unas cosas no significa que Dios predestinó todo. El que Dios eligió a algo o a alguien no significa que todo ha sido elegido. El que Dios diga que algo va a pasar y El hace que ocurra no significa que todo lo que ocurre es porque Dios hace que ocurra. Vimos en la sección pasada como el que Dios dice que algo va a ocurrir no necesariamente va a ocurrir. Vemos a Dios diciendo que va a hacer algo y por la intervención o intercesión de alguien Dios no lo hace. El que la gracia de Dios no alcance a todos no significa que Dios tiene que imponerla en aquellos que se benefician de ella pues la gracia no depende de su resultado: depende de su origen para ser gracia.

Las teologías de la predestinación, para explicar por qué unos se salvan y otros no y para explicar como Dios “sabe lo que va a ocurrir” parten de la premisa incorrecta del futuro y del destino y definen a Dios y sus atributos y reinterpretan toda la Biblia de tal manera que no contradiga ni cuestione esos dos conceptos. Y no les importa que los escritores no utilizaran sus recursos lingüísticos para describir los acontecimientos de la Biblia en acorde con su teología, sino que tampoco les importa todas las preguntas y contradicciones que generan sus propuestas, ni tampoco les importa que su teología por un lado se parezca al deísmo y por otro al panteísmo.

Volviendo al párrafo que cito de Berkhof, si Dios decretó todo el acontecer de su creación, obviamente no hizo los decretos uno detrás de otro en el tiempo. Todo estuvo en su mente desde la eternidad. Eso no significa que es así pues vimos en la sección anterior que la Biblia no nos muestra a Dios decretando o administrando el universo con un decreto. Veamos el siguiente párrafo.

LA RELACIÓN DEL DECRETO CON EL CONOCIMIENTO DE DIOS

El decreto de Dios guarda la más estrecha relación con el conocimiento divino. Hay en Dios, como hemos visto, un conocimiento necesario que concluye todas las causas posibles y sus resultados. Este conocimiento proporciona el material para el decreto, y es la fuente de donde Dios extrajo los pensamientos que deseaba objetivar. De entre este conocimiento de todas las cosas posibles y mediante un acto de su perfecta voluntad dirigida por sabias consideraciones seleccionó lo que quería ejecutar, y de este modo formó su propósito eterno. El decreto de Dios es consecutivamente el fundamento de su libre conocimiento o Scientia libera. Es el conocimiento de las cosas tal como se realizan en el curso de la historia. Mientras que el conocimiento necesario de Dios lógicamente precede al decreto, a este lo sigue el conocimiento libre. Esto tiene que sostenerse en contra de todos aquellos que creen en una predestinación condicional (como los semipelagianos y arminianos) puesto que hacen depender las predestinaciones de Dios de su presciencia. Algunas de las palabras que se usan para denotar el decreto divino apuntan a un elemento de deliberación en el propósito de Dios. Sería un error, sin embargo, inferir de esto que el plan de Dios es el resultado de alguna deliberación que implique escaso conocimiento o duda, porque simplemente indica lo contrario, es a saber, que en Dios no hay ningún decreto ciego, antes únicamente un propósito inteligente y deliberado.

Aquí vemos que una vez aceptado que todo fue decretado y por lo tanto existe o damos por sentado el futuro y el destino, es inevitable que aceptes los que se te va a decir del conocimiento y su relación con el decreto. De las primeras tres oraciones          vemos que Dios decreta porque conoce. Aunque conoce todo, obviamente no todo lo que percibimos en la creación o nos ha sido revelado en su Palabra es todo lo que existe. La Creación y el tiempo son finitos y Dios no. Pero, aunque la Biblia no nos dice qué criterio usó Dios para escoger que incluiría de El en esa creación, Berkhof (y todos los teólogos), nos hacen el favor de revelárnoslo.       “seleccionó lo que quería ejecutar,”          Daah.  Pero de eso debes concluir que “El decreto de Dios es consecutivamente el fundamento de su libre conocimiento o Scientia libera.”. Este es uno de los problemas que yo señalo desde el principio: Dios conoce porque decreta o predestina o fijó cada acontecimiento en el tiempo para que ocurriera       y por eso los conoce. “Es el conocimiento de las cosas tal como se realizan en el curso de la historia.” Y se realizan porque se decretaron. Tan es así que señala la deficiencia de los otros que hablan de predestinación condicional “puesto que hacen depender las predestinaciones de Dios de su presciencia.” No lo digo yo. Lo dice Berkhof; la presciencia debe depender de la predestinación. Berkhof cree que el que Dios conoce porque predestinó o en este caso decretó, es más correcto que creer que predestinó porque conoce. En otras palabras, porque los semipelagianos y los arminianos, creen que Dios predestinó a los que sabía que se iban a salvar, y por eso los predestinó y como eso es incorrecto, el que Dios conoce porque decretó es más lógico y más correcto. Mientras que el conocimiento necesario de Dios lógicamente precede al decreto, a este lo sigue el conocimiento libre. Berkhof que ya había definido el conocimiento de todo que Dios tiene, escogió lo que iba a incluir de ese conocimiento en la creación, lo decretó y por eso lo conoce y eso es más correcto que la secuencia que presentan los semipelagianos y arminianos de que Dios supo y luego predestinó. ¿De dónde se sacó Berkhof la diferencia entre conocimiento “necesario” y el conocimiento “libre” para ubicar uno antes del decreto y otro después y darnos un entendimiento más perfecto de por qué la necesidad del decreto? De la Biblia no fue. Lo saca de la consecuencia inevitable de que hay un futuro y un destino como condición inherente en la cual Dios decretó que los acontecimientos ocurrieran en el tiempo.

Otra expresión de mencionar del párrafo es cuando dice  “algunas de las palabras que se usan para denotar el decreto”. Cuando dice esto da por sentado que esas palabras se refieren al decreto y no aclara que son los calvinistas los que dicen que esas palabras son ejemplos de decreto. Vimos en la sección 19 que las palabras a las que se refiere son consejo, pensar, secreto, voluntad y agradar en el VT y consejo, voluntad y agradar en el NT. De los ejemplos que Berkhof usa, ninguno sugiere el decreto absoluto o parcial de Dios. Pero así es la hermenéutica de los calvinistas. Se acepta un concepto y luego vamos a los textos y los interpretamos de tal manera que confirmen o prueben el concepto. Pero cuando vamos al contexto, vemos que los textos no se refieren a lo que los que necesitan la predestinación quieren que se refieran. 

Al final aclara que el uso de esas palabras que también pudieran sugerir que Dios se tomó su tiempo en deliberar qué de todo lo que conoce iba a ponerlo en la creación o no, no significa eso, sino que todo es a la vez en la mente de Dios y todo es perfecto. Si Dios conoce porque decretó o decretó porque conoce, como quiera tenemos que reconocer (según ellos), la perfección de Dios en cualquiera de las dos, aunque las dos limitan el preconocimiento de Dios (para nosotros).

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