En la sección anterior vimos que originalmente el concepto
del destino era una deidad. La deidad dirigía el devenir de los seres.
Distintas religiones y filosofías establecen el límite de esa dirección. Vimos
que los judíos no creían que Dios dirigiera las decisiones de los hombres y que
el hombre tiene libre albedrío. Los fariseos creían que la divina providencia dirigía
los asuntos de los hombres, pero no cancelaba la voluntad de los hombres. “Todo
está en las manos de Dios menos el temor a Dios.”. En otras palabras, Dios dirige,
pero no obliga a los hombres. Vimos que
en la evolución de explicar cómo es que Dios dirige, pero no impide el libre albedrío,
surge la conclusión de “si Dios conoce lo que cada hombre va a hacer”, es que
ya está determinado lo que el hombre va a hacer. Esta es la pregunta o la
paradoja que dirige la discusión sobre el tema de la predestinación. Si la actuación
de cada uno está determinada, es inevitable e inmutable; ¿Cómo es posible que
el ser sea libre en su decisión? ¿Es su decisión? ¿Es libre?
Refiriéndome al título de esta parte, hacemos las
definiciones en base a los hechos o los hechos en base a las definiciones, si
definimos libre albedrío, decidir, libertad como la acción del hombre para
escoger, decidir o actuar entre dos o más opciones, inevitablemente tenemos que
aceptar que, si no hay por lo menos dos opciones para elegir, decidir o actuar
sobre ellas, no hay elección, no hay decisión, no hay libertad. Habrá una actuación,
pero no hubo decisión o elección. Habrá una actuación, pero no hubo un
ejercicio de libertad. Es absurdo. Si un individuo está en un avión que se va a
estrellar, tiene la libertad de estrellarse con el avión o estrellarse sin el avión
tirándose del avión. No tiene la libertad de no morir pues no tiene la opción
de vivir. Hablar de su libertad para morir o decir que tiene la libertad de
morir, o peor aún; decir que fue su elección morir, es absurdo, irracional y ridículo.
¿por qué? Porque ya definimos que tienen que haber dos opciones o más para que
ocurra una decisión, elección o libertad. Si A=B no podemos aceptar que A no es
igual a B. Esta es una regla que los que han construido o han creído la predestinación
pasan por alto como veremos cuando estemos definiendo otros aspectos del tema.
Aquí vemos que hay un hecho que es la capacidad natural del
hombre para escoger entre dos opciones. Por asociación y consenso definimos esa
capacidad como voluntad y esa actuación como libertad. Vemos como del hecho
construimos la definición. Pero si definimos primero voluntad y libertad como
cualquier pensamiento o actuación del hombre independientemente de las
motivaciones o resultados de esa voluntad o libertad, pues podemos concluir que
todo lo que el hombre piensa o hace lo hace “libremente” y por consiguiente es
responsable de todo. Si decimos que el hombre es libre para pecar y añadimos
que Dios lo condena por su pecado porque es un hecho que Dios condena el
pecado, pues Dios hizo algo de acuerdo con su naturaleza y el hombre también.
Dios es responsable por ejercer su justicia y santidad, pero el hombre es
responsable por su pecado. Aquí ya se da por sentado que responsabilidad
depende de quien inicia la acción. Pero esta conclusión parte de una definición
incorrecta de libertad (pues el hombre no quedó libre para pecar), que nos
lleva a clasificar un hecho incorrectamente y por lo tanto nos lleva a
adjudicar las responsabilidades incorrectamente.
Esto es lo que ocurre cuando definimos los hechos en base a
la definición. Volviendo al hecho, el hecho mencionado no es que el hombre
decide o actúa. Es el hecho de decidir, elegir, escoger entre dos o más
opciones por sí mismo. Definimos esa capacidad como libertad. Definimos que, si
hay una sola opción disponible, cuyo resultado es inevitable e inmutable, ya
sea que el hombre decida o no actuar sobre la misma, que eso no es un ejercicio
de libertad. Lo definimos como esclavitud, obligación, cohesión o ¡bingo!,
destino. Ejemplo: el hombre decide no estrellarse con el avión, escoge tirarse
porque puede abrir la puerta y abandonar el avión. Es libre de tomar esa decisión.
Lo mismo si decide no tirarse es su decisión. Podemos hablar hasta de la
responsabilidad de esa decisión. Ahora, hablemos de que él decide morir. ¿Qué?
No hay que decidir sobre eso. No hay opción, es inevitable. No podemos culparlo
o responsabilizarlo por suicidio. Otro ejemplo. El hombre no tiene la libertad
de no respirar. Puede intentar no respirar, pero está obligado. Si se obliga a
no respirar lo más que va a lograr es quedar inconsciente y su sistema autónomo
lo obliga a respirar. El hombre puede elegir mecánicamente interrumpir su respiración
ahorcándose o hundiéndose en el agua. Pero no puede dejar de respirar por sí
mismo. Tiene la libertad de vivir o suicidarse, pero no tiene la libertad de
dejar de respirar. Pudiéramos decir que tiene la libertad de intentar de dejar
de respirar pues tiene la opción de intentarlo o no, pero no podemos decir que
tiene libertad para dejar de respirar. Así vemos como de un hecho (escoger
entre dos opciones), construimos una definición de voluntad, libertad y hasta
responsabilidad. Pero si hubiéramos
escogido partir de otro hecho como la obligación de respirar para definir lo
mismo, hubiéramos llegado a otra definición de voluntad, libertad y
responsabilidad.
Repasando la mal definida libertad del hombre para pecar
mencionada anteriormente, vemos que de un hecho; la esclavitud del hombre al
pecado después de la caída se define mal pues no hay dos opciones para el
hombre, pecar o no pecar. Solo hay la opción de pecar. (Descartamos por ahora
la opción de no pecar antes de la caída). La situación es peor: no solo está
obligado a pecar, es pecador. Por lo tanto, no puede agradar a Dios. Otro
hecho. Está destituido de la gloria de Dios. Otro hecho, no puede resolver el
problema. Otro hecho, no observado, pero aceptando la revelación de Dios, Dios
ofrece salvarlo. Otro hecho, revelado, unos se salvan y otros no. De aquí en
adelante es que empieza la discusión. Surgen preguntas todas genuinas. ¿Por qué
salva a unos y otros no? ¿Por qué no salva a todos? ¿Estaba Dios obligado a salvar?
¿Por qué no impidió el pecado en primer lugar? ¿Por qué hizo seres libres? ¿Creo Dios seres libres? Todas estas y otras
van a tratar de explicar el hecho adjudicando a Dios la intención, la creación
y la acción de la salvación, ya que el hombre no es capaz de cambiar su condición
(de pecador), ni producir la salvación). Pero al construir las explicaciones
hay que utilizar los hechos de la naturaleza y el carácter de Dios revelados y
si las respuestas a las preguntas armonizan con Dios, son satisfactorias. Si no
armonizan o contradicen algo de la naturaleza o el carácter de Dios, hay que
cambiar las definiciones para que sean satisfactorias (que es lo que hacen los
que necesitan la predestinación).
Veamos. Dios es amor. ¿Ama a todos? Si. ¿Por qué no salva a todos? Porque Dios no
solo es amor. Dios es Justo y Santo. Por lo tanto, el pecado crea una separación
insuperable de parte de Dios. Para que el amor no contradiga la justicia y la
santidad de Dios, admitimos que Dios es misericordioso. Por lo tanto, provee
para quitar el “pecado de en medio”.
Pero Dios también tiene ira. Tiene que manifestarla contra el pecado y
el pecador. Tiene que manifestarla. Tiene que manifestarla ya sea para corregir
y satisfacer el amor o para castigar y satisfacer la justicia. Hasta ahí todo está
bien, todo está “chilling”. Ya la pregunta de si Dios estaba obligado a salvar
es sí por su amor y no
por su justicia y santidad. Pero eso no resuelve por qué unos sí y otros no.
Entonces como el hombre es esclavo del pecado (hecho), y no todos se salvan
(hecho) Dios tiene que decidir a quién se la va a aplicar y a quien no. Esclavo
del pecado es el término correcto. Pero los que necesitan la predestinación
utilizan “libre para pecar” porque así es más fácil adjudicarle la responsabilidad
al hombre por su pecado y Dios queda absuelto de toda responsabilidad. Luego
eso evolucionará como la depravación total en donde el hombre es incapaz de tan
siquiera desear la salvación y mucho menos capaz de creer. Dando por hecho que
el hombre es incapaz de creer, y Dios es el autor y aplicador de la salvación,
hay que cancelar el libre albedrío.
Pero ya aquí, al Dios estar señalado como el autor de la salvación
y el adjudicador del beneficio, el problema es que las criaturas (nosotros que
no necesitamos la predestinación), vamos a hacer a Dios responsable de la elección
tanto de los elegidos para salvación como de los elegidos para perdición (otro
hecho). Pero aquí los que necesitan la predestinación, para que Dios no quede
como el responsable por la perdición de los que se pierden, tienen que
buscar en Dios qué atributos nos pueden
explicar por qué Dios no es responsable. Primero se va a utilizar la gracia de
Dios. Por definición es el don inmerecido. Como es inmerecido ni los elegidos
para salvación lo podían esperar y solo pueden quedar agradecidos, y los
elegidos para perdición no se pueden quejar pues Dios no estaba obligado a
salvarlos.
Después viene el preconocimiento de Dios. Vimos como los judíos
ya consideraban esto en su discusión sobre el libre albedrío. Como Dios sabe
quien le va a servir y quien no, pues ya había decidido aplicar el beneficio a
cada cual.
Después viene la soberanía de Dios. Dios en su soberanía decretó
de antemano todo lo que iba a suceder y aunque creó los seres con voluntad, les
prefijó las condiciones y las acciones en las cuales iban a utilizar esa
voluntad.
Todo esto se desprende del hecho de que el hombre es
esclavo de su pecado y el hecho de que no todos se salvan. Si a todo esto le
añadimos que damos por sentado, admitimos como hecho que el futuro existe y por
lo tanto el destino, los defensores de la predestinación contestan todas las
preguntas. Sí; pero surgen algunas. ¿Quién creó el destino? ¿Quién creó el
futuro? ¿Quién creó las acciones? Si Dios “hace todas las cosas según el
designio de su voluntad” (Ef. 1:11), como nos citan los calvinistas para probar
que todo ocurre bajo el control de Dios, entonces Dios sigue siendo
responsable. ¿Cómo se soluciona esto? Se cambian las definiciones. Empezamos
cambiando esclavitud al pecado por libertad para pecar. Así, aunque no haya dos
opciones (pecar y no pecar), el hombre es responsable de su pecado. Desviamos
la atención hacia el hombre adjudicándole responsabilidad por su pecado pues
quien peca es el hombre y evitamos relacionar a Dios como el autor de el cambio
de condiciones en favor de unos y en perjuicio de otros. ¿Quién se pierde? El
que peca. Dios no lo hace pecar. Lo llama a que no peque. Dios no es
responsable de sus acciones. ¿Quién se salva? El que Dios sabía que iba a
escoger la salvación y por eso lo eligió. Si se queda ahí Dios no es
responsable de quien se salva. Dios “solo sabía que se iba a salvar”. Pero
quedan dos asuntos a discutir; existe el destino si ya estaba determinado quien
iba a escoger a Dios y Dios creó el destino o predestinó todo suceso. En ambos
casos Dios tiene la responsabilidad de quién se salva y por default de quién se
pierde. Los que necesitan la predestinación recurren a negar que Dios tenga
responsabilidad contra toda lógica o recurren a los “misterios de Dios que el
hombre no puede comprender”. Esto lo vamos a ver citando los textos de autores más
adelante.
Regresando a cómo los calvinistas tratan de librarse de que
Dios no es responsable de la elección de unos y la perdición de los otros, mencioné
que toman atributos de Dios y los redefinen para no adjudicarle a Dios
responsabilidad. Primero la gracia.
Definen la gracia como “irresistible” para que no “falle” el plan de Dios. Esto
es innecesario pues si ya establecieron que el hombre es esclavo del pecado,
que redefinen como libre para pecar, es incapaz de recibir la gracia. El primer error es creer que porque el
hombre no es capaz de recibirla hay que imponérsela pues si no; nadie se salva.
La gracia no depende de ser recibida para que sea gracia. Solo depende de ser
ofrecida. Depende de ser inmerecida pues si es merecida ya no es gracia es
deuda. El segundo error es creer que el hombre no es capaz de recibirla. Para
esto definen la esclavitud para pecar como la incapacidad para recibir la
gracia desarrollando la doctrina de la depravación total del hombre. Por lo tanto,
hay que imponérsela. Si la gracia es
resistible la responsabilidad de resistirla recae en el hombre y no en Dios.
Segundo es el preconocimiento. Como ya expliqué en la
primera parte de las definiciones, Dios no tenía que haber predestinado,
creado, o decretado los acontecimientos para conocerlos. Los que así piensan es
porque dan por sentado el destino y el futuro. Si Dios solo puede conocer lo
que ha decretado para que ocurra es un Dios muy limitado y en nada superior a
los dioses paganos. Mi Dios es capaz de conocer todos los futuros posibles e
imposibles (para nosotros) y es capaz de conocer todas las acciones posibles de
sus seres y todos los eventos posibles de cada acción posible. El que Dios haya
creado seres libres capaces de hacer x acciones que van a provocar x futuros,
no condiciona su preconocimiento a uno
en particular. Al Dios conocer los futuros de todos los seres y dejar en manos
de la voluntad de cada uno qué acción escoger, la responsabilidad por
cualquiera de los futuros siempre recae en los seres y no en Dios.
Tercero la soberanía.
Los calvinistas definen la soberanía como que nada ocurre fuera de la soberanía. Si algo ocurre que Dios no haya predeterminado, Dios no es soberano. El primer
error es creer que Dios tiene que ejercer su soberanía en cada lugar y en cada
momento del universo para ser soberano. De la misma manera que Dios era
soberano antes de crear, Dios es soberano, aunque haya creado seres que actúen
fuera de su soberanía. Pensar que Dios depende de haber creado para ser
soberano es aceptar que Dios no era
soberano antes de crear. El segundo
error es creer que, si Dios creó seres libres capaces de desobedecerlo,
entonces Dios no es soberano. De la misma manera que la soberanía era soberanía
antes de crear, y la soberanía sigue siendo soberanía después, la soberanía
sigue siendo soberanía después de haber creado seres libres. Pero, ¿por qué
Dios creó seres capaces de desobedecerlo si con crearlos incapaces de
desobedecerlo se hubiera ahorrado todo este drama? Porque Dios es amor, y aunque el amor depende de alguien
que lo genere el amor requiere ser reciprocado y ser reciprocado libre y
voluntariamente. ¿De dónde yo me saco esto?
En la Trinidad existen tres personas que se aman eternamente y con amor ágape. Nace de la voluntad de cada uno y es
reciprocado libremente entre cada uno. No es extraño pensar que cuando Dios dijo
“hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, que eso
incluyera la capacidad de que el hombre amara a Dios con la misma clase de amor
con que la Trinidad se ama. Un amor voluntario que requiere una voluntad y a la
vez libre pues amor obligado no es amor. Por lo tanto, Dios hizo a los seres
libres para amarlo. Yo no recuerdo un texto que describa lo que yo concluyo aquí
pero tampoco recuerdo un texto en donde Dios obligue a alguien a amarlo. Dios
nos amó primero y nos invita a amarlo. Así yo explico el libre albedrío.
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