domingo, 17 de febrero de 2019

Predestinado para cuestionarme la Predestinación - Definiciones Parte 3: ¿Hacemos las definiciones en base a los hechos o hacemos los hechos en base a las definiciones?

En la sección anterior vimos que originalmente el concepto del destino era una deidad. La deidad dirigía el devenir de los seres. Distintas religiones y filosofías establecen el límite de esa dirección. Vimos que los judíos no creían que Dios dirigiera las decisiones de los hombres y que el hombre tiene libre albedrío. Los fariseos creían que la divina providencia dirigía los asuntos de los hombres, pero no cancelaba la voluntad de los hombres. “Todo está en las manos de Dios menos el temor a Dios.”. En otras palabras, Dios dirige, pero no obliga a los hombres.  Vimos que en la evolución de explicar cómo es que Dios dirige, pero no impide el libre albedrío, surge la conclusión de “si Dios conoce lo que cada hombre va a hacer”, es que ya está determinado lo que el hombre va a hacer. Esta es la pregunta o la paradoja que dirige la discusión sobre el tema de la predestinación. Si la actuación de cada uno está determinada, es inevitable e inmutable; ¿Cómo es posible que el ser sea libre en su decisión? ¿Es su decisión? ¿Es libre?

Refiriéndome al título de esta parte, hacemos las definiciones en base a los hechos o los hechos en base a las definiciones, si definimos libre albedrío, decidir, libertad como la acción del hombre para escoger, decidir o actuar entre dos o más opciones, inevitablemente tenemos que aceptar que, si no hay por lo menos dos opciones para elegir, decidir o actuar sobre ellas, no hay elección, no hay decisión, no hay libertad. Habrá una actuación, pero no hubo decisión o elección. Habrá una actuación, pero no hubo un ejercicio de libertad. Es absurdo. Si un individuo está en un avión que se va a estrellar, tiene la libertad de estrellarse con el avión o estrellarse sin el avión tirándose del avión. No tiene la libertad de no morir pues no tiene la opción de vivir. Hablar de su libertad para morir o decir que tiene la libertad de morir, o peor aún; decir que fue su elección morir, es absurdo, irracional y ridículo. ¿por qué? Porque ya definimos que tienen que haber dos opciones o más para que ocurra una decisión, elección o libertad. Si A=B no podemos aceptar que A no es igual a B. Esta es una regla que los que han construido o han creído la predestinación pasan por alto como veremos cuando estemos definiendo otros aspectos del tema.

Aquí vemos que hay un hecho que es la capacidad natural del hombre para escoger entre dos opciones. Por asociación y consenso definimos esa capacidad como voluntad y esa actuación como libertad. Vemos como del hecho construimos la definición. Pero si definimos primero voluntad y libertad como cualquier pensamiento o actuación del hombre independientemente de las motivaciones o resultados de esa voluntad o libertad, pues podemos concluir que todo lo que el hombre piensa o hace lo hace “libremente” y por consiguiente es responsable de todo. Si decimos que el hombre es libre para pecar y añadimos que Dios lo condena por su pecado porque es un hecho que Dios condena el pecado, pues Dios hizo algo de acuerdo con su naturaleza y el hombre también. Dios es responsable por ejercer su justicia y santidad, pero el hombre es responsable por su pecado. Aquí ya se da por sentado que responsabilidad depende de quien inicia la acción. Pero esta conclusión parte de una definición incorrecta de libertad (pues el hombre no quedó libre para pecar), que nos lleva a clasificar un hecho incorrectamente y por lo tanto nos lleva a adjudicar las responsabilidades incorrectamente.

Esto es lo que ocurre cuando definimos los hechos en base a la definición. Volviendo al hecho, el hecho mencionado no es que el hombre decide o actúa. Es el hecho de decidir, elegir, escoger entre dos o más opciones por sí mismo. Definimos esa capacidad como libertad. Definimos que, si hay una sola opción disponible, cuyo resultado es inevitable e inmutable, ya sea que el hombre decida o no actuar sobre la misma, que eso no es un ejercicio de libertad. Lo definimos como esclavitud, obligación, cohesión o ¡bingo!, destino. Ejemplo: el hombre decide no estrellarse con el avión, escoge tirarse porque puede abrir la puerta y abandonar el avión. Es libre de tomar esa decisión. Lo mismo si decide no tirarse es su decisión. Podemos hablar hasta de la responsabilidad de esa decisión. Ahora, hablemos de que él decide morir. ¿Qué? No hay que decidir sobre eso. No hay opción, es inevitable. No podemos culparlo o responsabilizarlo por suicidio. Otro ejemplo. El hombre no tiene la libertad de no respirar. Puede intentar no respirar, pero está obligado. Si se obliga a no respirar lo más que va a lograr es quedar inconsciente y su sistema autónomo lo obliga a respirar. El hombre puede elegir mecánicamente interrumpir su respiración ahorcándose o hundiéndose en el agua. Pero no puede dejar de respirar por sí mismo. Tiene la libertad de vivir o suicidarse, pero no tiene la libertad de dejar de respirar. Pudiéramos decir que tiene la libertad de intentar de dejar de respirar pues tiene la opción de intentarlo o no, pero no podemos decir que tiene libertad para dejar de respirar. Así vemos como de un hecho (escoger entre dos opciones), construimos una definición de voluntad, libertad y hasta responsabilidad.  Pero si hubiéramos escogido partir de otro hecho como la obligación de respirar para definir lo mismo, hubiéramos llegado a otra definición de voluntad, libertad y responsabilidad.

Repasando la mal definida libertad del hombre para pecar mencionada anteriormente, vemos que de un hecho; la esclavitud del hombre al pecado después de la caída se define mal pues no hay dos opciones para el hombre, pecar o no pecar. Solo hay la opción de pecar. (Descartamos por ahora la opción de no pecar antes de la caída). La situación es peor: no solo está obligado a pecar, es pecador. Por lo tanto, no puede agradar a Dios. Otro hecho. Está destituido de la gloria de Dios. Otro hecho, no puede resolver el problema. Otro hecho, no observado, pero aceptando la revelación de Dios, Dios ofrece salvarlo. Otro hecho, revelado, unos se salvan y otros no. De aquí en adelante es que empieza la discusión. Surgen preguntas todas genuinas. ¿Por qué salva a unos y otros no? ¿Por qué no salva a todos? ¿Estaba Dios obligado a salvar? ¿Por qué no impidió el pecado en primer lugar? ¿Por qué hizo seres libres?  ¿Creo Dios seres libres? Todas estas y otras van a tratar de explicar el hecho adjudicando a Dios la intención, la creación y la acción de la salvación, ya que el hombre no es capaz de cambiar su condición (de pecador), ni producir la salvación). Pero al construir las explicaciones hay que utilizar los hechos de la naturaleza y el carácter de Dios revelados y si las respuestas a las preguntas armonizan con Dios, son satisfactorias. Si no armonizan o contradicen algo de la naturaleza o el carácter de Dios, hay que cambiar las definiciones para que sean satisfactorias (que es lo que hacen los que necesitan la predestinación).

Veamos. Dios es amor. ¿Ama a todos?  Si. ¿Por qué no salva a todos? Porque Dios no solo es amor. Dios es Justo y Santo. Por lo tanto, el pecado crea una separación insuperable de parte de Dios. Para que el amor no contradiga la justicia y la santidad de Dios, admitimos que Dios es misericordioso. Por lo tanto, provee para quitar el “pecado de en medio”.  Pero Dios también tiene ira. Tiene que manifestarla contra el pecado y el pecador. Tiene que manifestarla. Tiene que manifestarla ya sea para corregir y satisfacer el amor o para castigar y satisfacer la justicia. Hasta ahí todo está bien, todo está “chilling”. Ya la pregunta de si Dios estaba obligado a salvar es por su amor y no por su justicia y santidad. Pero eso no resuelve por qué unos sí y otros no. Entonces como el hombre es esclavo del pecado (hecho), y no todos se salvan (hecho) Dios tiene que decidir a quién se la va a aplicar y a quien no. Esclavo del pecado es el término correcto. Pero los que necesitan la predestinación utilizan “libre para pecar” porque así es más fácil adjudicarle la responsabilidad al hombre por su pecado y Dios queda absuelto de toda responsabilidad. Luego eso evolucionará como la depravación total en donde el hombre es incapaz de tan siquiera desear la salvación y mucho menos capaz de creer. Dando por hecho que el hombre es incapaz de creer, y Dios es el autor y aplicador de la salvación, hay que cancelar el libre albedrío.

Pero ya aquí, al Dios estar señalado como el autor de la salvación y el adjudicador del beneficio, el problema es que las criaturas (nosotros que no necesitamos la predestinación), vamos a hacer a Dios responsable de la elección tanto de los elegidos para salvación como de los elegidos para perdición (otro hecho). Pero aquí los que necesitan la predestinación, para que Dios no quede como el responsable por la perdición de los que se pierden, tienen que buscar   en Dios qué atributos nos pueden explicar por qué Dios no es responsable. Primero se va a utilizar la gracia de Dios. Por definición es el don inmerecido. Como es inmerecido ni los elegidos para salvación lo podían esperar y solo pueden quedar agradecidos, y los elegidos para perdición no se pueden quejar pues Dios no estaba obligado a salvarlos.

Después viene el preconocimiento de Dios. Vimos como los judíos ya consideraban esto en su discusión sobre el libre albedrío. Como Dios sabe quien le va a servir y quien no, pues ya había decidido aplicar el beneficio a cada cual.

Después viene la soberanía de Dios. Dios en su soberanía decretó de antemano todo lo que iba a suceder y aunque creó los seres con voluntad, les prefijó las condiciones y las acciones en las cuales iban a utilizar esa voluntad.

Todo esto se desprende del hecho de que el hombre es esclavo de su pecado y el hecho de que no todos se salvan. Si a todo esto le añadimos que damos por sentado, admitimos como hecho que el futuro existe y por lo tanto el destino, los defensores de la predestinación contestan todas las preguntas. Sí; pero surgen algunas. ¿Quién creó el destino? ¿Quién creó el futuro? ¿Quién creó las acciones? Si Dios “hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Ef. 1:11), como nos citan los calvinistas para probar que todo ocurre bajo el control de Dios, entonces Dios sigue siendo responsable. ¿Cómo se soluciona esto? Se cambian las definiciones. Empezamos cambiando esclavitud al pecado por libertad para pecar. Así, aunque no haya dos opciones (pecar y no pecar), el hombre es responsable de su pecado. Desviamos la atención hacia el hombre adjudicándole responsabilidad por su pecado pues quien peca es el hombre y evitamos relacionar a Dios como el autor de el cambio de condiciones en favor de unos y en perjuicio de otros. ¿Quién se pierde? El que peca. Dios no lo hace pecar. Lo llama a que no peque. Dios no es responsable de sus acciones. ¿Quién se salva? El que Dios sabía que iba a escoger la salvación y por eso lo eligió. Si se queda ahí Dios no es responsable de quien se salva. Dios “solo sabía que se iba a salvar”. Pero quedan dos asuntos a discutir; existe el destino si ya estaba determinado quien iba a escoger a Dios y Dios creó el destino o predestinó todo suceso. En ambos casos Dios tiene la responsabilidad de quién se salva y por default de quién se pierde. Los que necesitan la predestinación recurren a negar que Dios tenga responsabilidad contra toda lógica o recurren a los “misterios de Dios que el hombre no puede comprender”. Esto lo vamos a ver citando los textos de autores más adelante.

Regresando a cómo los calvinistas tratan de librarse de que Dios no es responsable de la elección de unos y la perdición de los otros, mencioné que toman atributos de Dios y los redefinen para no adjudicarle a Dios responsabilidad.  Primero la gracia. Definen la gracia como “irresistible” para que no “falle” el plan de Dios. Esto es innecesario pues si ya establecieron que el hombre es esclavo del pecado, que redefinen como libre para pecar, es incapaz de recibir la gracia. El primer error es creer que porque el hombre no es capaz de recibirla hay que imponérsela pues si no; nadie se salva. La gracia no depende de ser recibida para que sea gracia. Solo depende de ser ofrecida. Depende de ser inmerecida pues si es merecida ya no es gracia es deuda. El segundo error es creer que el hombre no es capaz de recibirla. Para esto definen la esclavitud para pecar como la incapacidad para recibir la gracia desarrollando la doctrina de la depravación total del hombre. Por lo tanto, hay que imponérsela. Si la gracia es resistible la responsabilidad de resistirla recae en el hombre y no en Dios.

Segundo es el preconocimiento. Como ya expliqué en la primera parte de las definiciones, Dios no tenía que haber predestinado, creado, o decretado los acontecimientos para conocerlos. Los que así piensan es porque dan por sentado el destino y el futuro. Si Dios solo puede conocer lo que ha decretado para que ocurra es un Dios muy limitado y en nada superior a los dioses paganos. Mi Dios es capaz de conocer todos los futuros posibles e imposibles (para nosotros) y es capaz de conocer todas las acciones posibles de sus seres y todos los eventos posibles de cada acción posible. El que Dios haya creado seres libres capaces de hacer x acciones que van a provocar x futuros, no condiciona su preconocimiento   a uno en particular. Al Dios conocer los futuros de todos los seres y dejar en manos de la voluntad de cada uno qué acción escoger, la responsabilidad por cualquiera de los futuros siempre recae en los seres y no en Dios.

Tercero la soberanía. Los calvinistas definen la soberanía como que nada ocurre fuera de la soberanía. Si algo ocurre que Dios no haya predeterminado, Dios no es soberano. El primer error es creer que Dios  tiene que ejercer su soberanía en cada lugar y en cada momento del universo para ser soberano. De la misma manera que Dios era soberano antes de crear, Dios es soberano, aunque haya creado seres que actúen fuera de su soberanía. Pensar que Dios depende de haber creado para ser soberano es aceptar que Dios no era soberano antes de crear.  El segundo error es creer que, si Dios creó seres libres capaces de desobedecerlo, entonces Dios no es soberano. De la misma manera que la soberanía era soberanía antes de crear, y la soberanía sigue siendo soberanía después, la soberanía sigue siendo soberanía después de haber creado seres libres. Pero, ¿por qué Dios creó seres capaces de desobedecerlo si con crearlos incapaces de desobedecerlo se hubiera ahorrado todo este drama? Porque Dios es amor, y aunque el amor depende de alguien que lo genere el amor requiere ser reciprocado y ser reciprocado libre y voluntariamente. ¿De dónde yo me saco esto?  En la Trinidad existen tres personas que se aman eternamente y con amor ágape.  Nace de la voluntad de cada uno y es reciprocado libremente entre cada uno. No es extraño pensar que cuando Dios dijo “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, que eso incluyera la capacidad de que el hombre amara a Dios con la misma clase de amor con que la Trinidad se ama. Un amor voluntario que requiere una voluntad y a la vez libre pues amor obligado no es amor. Por lo tanto, Dios hizo a los seres libres para amarlo. Yo no recuerdo un texto que describa lo que yo concluyo aquí pero tampoco recuerdo un texto en donde Dios obligue a alguien a amarlo. Dios nos amó primero y nos invita a amarlo. Así yo explico el libre albedrío.

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